Dos corazones que se estremecen
Dos corazones que se estremecen, unas manos que se tocan, trémulas caricias, un relampago que salta, un suspiro que sella el anhelante deseo, un cuerpo de mujer que en su actitud de entrega se parece al mundo: Blancas colinas, Muslos blancos, que dijera el poéta. Un tropel de besos recorren su cuerpo, unas manos que exploran reconditos paisajes, unas lenguas que se entrelazan , una respiración que se acompasa en un único aliento, un tiempo que se detiene, una voz que es caricia, un jadeo que es ritmo. Pechos enhiestos, aureolas henchidas de blancos deseos que unos labios humedecen y abren como rosas, una carne que se revela nívea y sin embargo cálida, un vientre que albergó vidas y donde ahora habita el deseo, blancos muslos de seda que conducen irrefrenables hacia la intimidad húmeda de tu ser. Un pubis entre cuyos suaves vellos se pierden mis dedos, una secreta flor de pétalos entreabiertos que rezume brillantes gotas del rocío femenino, una fuente de venus dispuesta ya a dar cobijo al pináculo latiente del placer. Pero no, deseamos prolongar estos preambulos, que eternamente sea preambulo, que podamos permanecer así, que el tiempo se detenga, que no tengamos un mañana, que el presente nos acoja , que nos mantenga en este sostenido placer, que esta noche no acabe jamás... Revivo tu jugosa boca, los besos interminables, la paciencia de tu lengua por mis pezones, el recorrido de los tuyos por mi cuerpo, el musgo de tu pubis sobre mí, las caricias de tus hábiles manos, y la silenciosa complicidad de una luna compañera. Nos abrazamos, nos entrelazamos el uno con el otro, nuestras manos ya no se detienen, palpan y acarician se asientan sobre dos colinas de placer que resguardan el carnoso y aureo orificio de tu sexo, del nuestro, ahora es mi boca la que no se resiste a morder y comer de su delicioso contenido, mi lengua penetra húmeda y caliente, como una culebra roja, hasta el último de sus rincones, te revuelves y son perceptibles clitoridianos temblores, tu rocío me inunda, me alimenta y apaga mi sed, mis dedos siguen acariciando esas orillas, te penetran , se ansian a sus amplios replieges, a esa geografía secreta que hoy estoy explorando con fruición de novicio y a veces de inexperto ceremoniante, pero con delirios de pionero. El hambriento orificio me reclama , ya no nos es posible esperar más, sentimos la necesidad de fundirnos, de confundirnos el uno en el otro, el preparado pasadizo va acogiendo, acariciando, mimando , recubriendo de un guante de saten el henchido glandes que cual cereza madura se presta a una ya pronta eclosión, un mar de espumas pugna por rebosarte y saciar ya, los incontenibles y refrenados paroxismos del placer. Jadeos, besos, susurros, lamentos, y un horizontes de grillos que es roto por el uular de una nocturna ave nos hacen de corifeo y .... el silencio más profundo, que solo el arrullo de la brisa nocturna se atreve a profanar. Soledad acompañada, así nos descubre el amanecer.l deseo, blancos muslos de seda que conducen irrefrenables hacia la intimidad húmeda de tu ser. Un pubis entre cuyos suaves vellos se pierden mis dedos, una secreta flor de pétalos entreabiertos que rezume brillantes gotas del rocío femenino, una fuente de venus dispuesta ya a dar cobijo al pináculo latiente del placer. Pero no, deseamos prolongar estos preambulos, que eternamente sea preambulo, que podamos permanecer así, que el tiempo se detenga, que no tengamos un mañana, que el presente nos acoja , que nos mantenga en este sostenido placer, que esta noche no acabe jamás... Revivo tu jugosa boca, los besos interminables, la paciencia de tu lengua por mis pezones, el recorrido de los tuyos por mi cuerpo, el musgo de tu pubis sobre mí, las caricias de tus hábiles manos, y la silenciosa complicidad de una luna compañera. Nos abrazamos, nos entrelazamos el uno con el otro, nuestras manos ya no se detienen, palpan y acarician se asientan sobre dos colinas de placer que resguardan el carnoso y aureo orificio de tu sexo, del nuestro, ahora es mi boca la que no se resiste a morder y comer de su delicioso contenido, mi lengua penetra húmeda y caliente, como una culebra roja, hasta el último de sus rincones, te revuelves y son perceptibles clitoridianos temblores, tu rocío me inunda, me alimenta y apaga mi sed, mis dedos siguen acariciando esas orillas, te penetran , se ansian a sus amplios replieges, a esa geografía secreta que hoy estoy explorando con fruición de novicio y a veces de inexperto ceremoniante, pero con delirios de pionero. El hambriento orificio me reclama , ya no nos es posible esperar más, sentimos la necesidad de fundirnos, de confundirnos el uno en el otro, el preparado pasadizo va acogiendo, acariciando, mimando , recubriendo de un guante de saten el henchido glandes que cual cereza madura se presta a una ya pronta eclosión, un mar de espumas pugna por rebosarte y saciar ya, los incontenibles y refrenados paroxismos del placer. Jadeos, besos, susurros, lamentos, y un horizontes de grillos que es roto por el uular de una nocturna ave nos hacen de corifeo y .... el silencio más profundo, que solo el arrullo de la brisa nocturna se atreve a profanar. Soledad acompañada, así nos descubre el amanecer.
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