UNA DOÑANA BIFRONTE
Desde esta otra orilla Doñana, o la otra banda, como tradicionalmente siempre se le ha llamado aquí, ha sido y lo es algo más que un espacio, que un paisaje, que el horizonte que ha acompañado nuestra visión del mar y del río; para convertirse en un símbolo, en un elemento esencial de nuestras consciencias personal y colectiva.
Doñana significó lo acotado, lo prohibido, los territorios del Duque y de los señores (o del ICONA,...), que si acaso, durante el Rocío nos eran permitido atravesar -¿otra significación más para esta Romería?-. Pero Doñana era también donde se transgredía, donde se burlaba a la autoridad y al poder, donde el furtivismo llegó a ser una forma de vivir (socialmente hasta bastante valorada por la comunidad).
Al mismo tiempo, Doñana se nos ha presentado como el territorio virgen, como el espacio inexplorado, como el paradigma de la libertad y el paraíso. Como el lugar, y eso es todo un privilegio de los habitantes de aquí, donde podíamos situar físicamente nuestros sueños o, el escenario real donde se podían desarrollar las escenas de los cuentos y aventuras infantiles.
Esa dualidad en nuestra relación con Doñana explicaría nuestra peculiar historia de amor-odio con ese espacio. En nuestra historia reciente, a Doñana, o se le ha achacado las culpas de todos nuestros males, o se le ha exaltado y sublimado hasta lo indecible. Doñana, o ha significado para algunos el verdadero freno al desarrollo: Carretera costera, urbanización de la costa, desarrollos urbanísticos, Hohenlohe,... O por el contrario, le han atribuido el ser el mayor potencial para éste: Puerta de Doñana, desarrollo sostenible, imagen de calidad, referente para un turismo cultural,...
Lo cierto es, que a ningún sanluqueño nos ha dejado indiferente.
Alfredo Barragán Díaz
(Ha sido en diversas ocasiones, representante del Ayuntamiento de Sanlúcar en el Patronato del Parque Nacional o en la Junta Rectora del P. Natural)
Doñana significó lo acotado, lo prohibido, los territorios del Duque y de los señores (o del ICONA,...), que si acaso, durante el Rocío nos eran permitido atravesar -¿otra significación más para esta Romería?-. Pero Doñana era también donde se transgredía, donde se burlaba a la autoridad y al poder, donde el furtivismo llegó a ser una forma de vivir (socialmente hasta bastante valorada por la comunidad).
Al mismo tiempo, Doñana se nos ha presentado como el territorio virgen, como el espacio inexplorado, como el paradigma de la libertad y el paraíso. Como el lugar, y eso es todo un privilegio de los habitantes de aquí, donde podíamos situar físicamente nuestros sueños o, el escenario real donde se podían desarrollar las escenas de los cuentos y aventuras infantiles.
Esa dualidad en nuestra relación con Doñana explicaría nuestra peculiar historia de amor-odio con ese espacio. En nuestra historia reciente, a Doñana, o se le ha achacado las culpas de todos nuestros males, o se le ha exaltado y sublimado hasta lo indecible. Doñana, o ha significado para algunos el verdadero freno al desarrollo: Carretera costera, urbanización de la costa, desarrollos urbanísticos, Hohenlohe,... O por el contrario, le han atribuido el ser el mayor potencial para éste: Puerta de Doñana, desarrollo sostenible, imagen de calidad, referente para un turismo cultural,...
Lo cierto es, que a ningún sanluqueño nos ha dejado indiferente.
Alfredo Barragán Díaz
(Ha sido en diversas ocasiones, representante del Ayuntamiento de Sanlúcar en el Patronato del Parque Nacional o en la Junta Rectora del P. Natural)
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