AMANECE ENTRE DUNAS
Los primeros albores llegan pronto en esta época. Una tenue claridad blancoazulada se va abriendo camino sobre un mar próximo, que se adivina por su rumor. Primeros gorjeos de los pájaros más madrugadores, quizás alguna urraca o algún rabilargo.
Desde el inmejorable oteadero de la duna van tomando formas las copas, a modo de verde mar, de los primeros corrales de pinos. Algunos jirones de la niebla matinal se baten en retirada. Con la luz ya reinante no es posible comprobar quienes han sido nuestros silenciosos y nocturnos compañeros; sus huellas y señales sobre las frescas arenas lo delatan: Algunos insectos, algún lirón, y más allá las inconfundibles de algún zorro merodeador.
Al unísono con los primeros rayos que se levantan de un mar ya tornasolado, un concierto de cantos nos acompañan. La naturaleza ha despertado.
Las primeras rapaces levantan su vuelo y comienzan sobre los cielos de un azul impávido sus eternos círculos avisores. Ahora ya es distinguible en toda su inmensidad la sucesión de arenales y bosquetes, de desiertos y de oasis, aunque sean pinos y no de palmerales quienes lo forman.
Es buen momento para la ensoñación, a pesar de que el sueño de la noche aún no hace mucho que nos abandonó. Para ver y sentir en esta soledad tan compañera que Doñana está viva, que tiene una existencia propia, por encima de su gea y de su flora, y acaso, confundida con los mitos que en estas tierras protohistóricas acontecieron. A esos mitos son a los que tenemos que recurrir para comprenderla , sentirla y amarla en toda su extensión.
Doñana o la Argónida..
Desde el inmejorable oteadero de la duna van tomando formas las copas, a modo de verde mar, de los primeros corrales de pinos. Algunos jirones de la niebla matinal se baten en retirada. Con la luz ya reinante no es posible comprobar quienes han sido nuestros silenciosos y nocturnos compañeros; sus huellas y señales sobre las frescas arenas lo delatan: Algunos insectos, algún lirón, y más allá las inconfundibles de algún zorro merodeador.
Al unísono con los primeros rayos que se levantan de un mar ya tornasolado, un concierto de cantos nos acompañan. La naturaleza ha despertado.
Las primeras rapaces levantan su vuelo y comienzan sobre los cielos de un azul impávido sus eternos círculos avisores. Ahora ya es distinguible en toda su inmensidad la sucesión de arenales y bosquetes, de desiertos y de oasis, aunque sean pinos y no de palmerales quienes lo forman.
Es buen momento para la ensoñación, a pesar de que el sueño de la noche aún no hace mucho que nos abandonó. Para ver y sentir en esta soledad tan compañera que Doñana está viva, que tiene una existencia propia, por encima de su gea y de su flora, y acaso, confundida con los mitos que en estas tierras protohistóricas acontecieron. A esos mitos son a los que tenemos que recurrir para comprenderla , sentirla y amarla en toda su extensión.
Doñana o la Argónida..
0 comentarios